Educación financiera desde el hogar
A propósito del día internacional de la inclusión y educación financiera de niños, niñas y jóvenes celebrado el pasado 15 de marzo, vale la pena hacer una reflexión acerca de las razones por las cuales aún hoy tantos colombianos prefieren obtener recursos mediante un préstamo gota a gota en lugar de acceder a un crédito bancario, por qué deciden acudir a las llamadas “cadenas” y no depositan ese dinero en una cuenta de ahorros, o por qué prefieren exponer su capital en “pirámides” (esquemas tipo Ponzi) en lugar de invertir en entidades y productos vigilados.
En primer lugar hay que tener presente que la historia económica colombiana, atravesada por las crisis financieras de comienzos de los ochenta y de finales de los noventa, sumada a casos más recientes como el de Factor Group o Interbolsa, han dejado huellas profundas en la mente de muchos colombianos que terminaron perdiendo la confianza en el sector financiero.
Adicional a la pérdida de la confianza hay que agregar factores como la accesibilidad a servicios financieros, que en términos de oferta (principalmente en lugares alejados de los centros urbanos) es baja o nula; agilidad en los trámites, costos transaccionales y demás aspectos de índole logística que influyen de forma negativa en la inclusión financiera. Si a lo anterior le agregamos aspectos culturales (temor a las matemáticas, por ejemplo) y el analfabetismo financiero, tenemos como resultado una sociedad con una alta propensión a caer en la informalidad financiera que puede terminar en situaciones de inestabilidad social como la generada por ejemplo con el recordado caso DMG.
Por todo lo anterior, como ya ocurre en varios países, en Colombia el tema de la educación económica y financiera no solo debe estar presente en la agenda pública sino que se debe considerar como un asunto de interés nacional, parte de una política pública del Estado, en el cual el objetivo sea que los consumidores conozcan y aprendan a aprovechar las herramientas necesarias para tomar decisiones financieras informadas y responsables.
Colombia viene dando sus primeros pasos en la dirección correcta mediante lo que se ha denominado la “Estrategia Nacional de Educación Económica y Financiera”. Esta iniciativa, que en concordancia con lo dispuesto en la Ley 1328 de 2009 en la cual se crea la obligación a las entidades de esta industria de diseñar programas de educación financiera, pretende dejar las bases para un proceso de largo plazo que transforme positivamente la concepción que muchos colombianos tienen acerca del manejo de los recursos y del sector financiero. Se pretende que este sea un proceso masivo que se canalice a través del sistema educativo formal, de modo que no se trate de una cátedra aislada y desarticulada dentro de la formación de los futuros consumidores financieros, sino que sea parte integral de su vida académica.
A partir de esta estrategia han surgido iniciativas diseñadas entre entes oficiales y gremiales, que tomando como referencia experiencias internacionales, han empezado a enfrentar este gran reto. Entre otros programas se encuentran “Saber más, ser más” creado por Asobancaria; “Finanzas para el Cambio”, desarrollado entre la Fundación Corona, la Fundación Dividendo por Colombia y Citibank Colombia, en alianza con entidades públicas y privadas, y “Pesos pensados” promovido por el Fondo de Garantías de Instituciones Financieras – Fogafín. Estos programas, así como el ingreso de entidades nacionales a la Red Internacional de Educación Financiera, ponen a nuestro país en el mapa de las naciones que están sentando las bases para cambiar la cultura financiera de las siguientes generaciones.
Aunque todas estas iniciativas oficiales y gremiales son absolutamente necesarias, es importante resaltar que de la misma forma que los valores que rigen la vida de las personas (honestidad, respeto o responsabilidad por ejemplo), la educación financiera debe nacer en el hogar. Es importante que los niños desde sus primeros años entiendan el rol del dinero en la sociedad, que comprendan el valor económico de las cosas, y de manera muy especial, que tengan plenamente establecida la importancia del ahorro para su futuro. Probablemente de poco sirva que en los planteles educativos se impartan conceptos de matemáticas financieras por ejemplo, si no se inculca (preferiblemente mediante el ejemplo) la importancia de programar las metas económicas en la vida (adelantar estudios superiores, comprar vivienda, realizar viajes, etc) o si no se enseña al ciudadano del futuro como hacer un presupuesto.
Las principales tareas que le quedan a las entidades y al gobierno son, primero, recuperar la confianza perdida, y segundo, acercar más las finanzas al ciudadano común. Para la sociedad en general, tal como lo demuestra la Encuesta de Carga Financiera y Educación de Hogares (IEFIC) realizada en Bogotá, y el informe de inclusión financiera emitido por Asobancaria, el compromiso debe ser con las futuras generaciones, para que nuestros hijos nunca contemplen entregarle sus ahorros a un DMG o terminen financiando sus compras a crédito a una tasa superior a la de usura.
EDUARDO PIRAJÁN O
Eduardo.pirajan@grandespatrimonios.co
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